la fania all star

 metrópoli con diversas influencias culturales, gente llegada de todos lados. Luce la última tecnología en sus vitrinas, los autos más modernos recorriendo sus calles, altos e impresionantes edificios, moda que marcaba tendencias mundiales y ciudadanos caminando por amplias avenidas, donde no parecía importar nada más que mantener un estilo de vida individualista y pragmático, bajo los luminosos avisos de Times Square.
A pesar de esta imagen tan cinematográfica como impertérrita, ese mismo año Estados Unidos se preparaba para despedirse de Lyndon Johnson y recibir a Richard Nixon, y en el camino el país vería pasmado los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy. Una nueva América se cocía detrás de las postales idílicas. Vietnamno tenía cuándo parar y los movimientos estudiantiles y las protestas sociales estallaban por todos lados. En California se vivía aún la efervescencia del Verano del Amor y los estudiantes de Berkeley se levantaban ante la guerra y la injusticia. El Festival de Monterrey había sido un éxito el año anterior, y músicos y bandas como The Who, The Doors, Janis Joplin o Jimi Hendrix cambiaban el mundo a su manera. En Chicago, la Convención Demócrata también había sido un disparador de importantes revueltas, transmitidas por televisión. El mayo francés estaba fresco.

Mientras, en la costa este, la contracultura que emergía del Greenwich Village neoyorquino hablaba un lenguaje con Bob Dylan de día, y de noche, otro, con Lou Reed y Velvet Underground tramando oscuras ceremonias. Al mismo tiempo, en los barrios latinos bullía una escena musical diferente, intensa, colorida, con una personalidad y comportamiento propios, que entre instrumentos de cuerdas, teclas, vientos o percusión, y su propio y sensual baile, se abría paso en una ciudad hostil para los migrantes. Este sería solo el primer episodio de las vidas paralelas del rock y los ritmos latinos: aunque aparentemente distintos, se alimentarían mutuamente, con grandes resultados, a lo largo de los setenta. Santana fue una muestra de ello. “La Fania All-Stars es a la salsa lo que los Rolling Stones es al rock”, anota el periodista y escritor Eloy Jáuregui en su libro ‘Pa’ bravo yo. Historias de la salsa en el Perú’.
La rumba me está llamando
“Lo que nosotros, con el tiempo, esperamos que suceda, es que este mensaje de amor y unidad llegue por todo el mundo y nuestra música y cultura latina salgan también”, dice Ray Barretto en el documental ‘Our Latin Thing’, o ‘Los bravos de la salsa’, de 1972. Dirigido por Leon Gast (ganador del Óscar por otro documental, ‘When We Were Kings’), mostró de manera absolutamente natural el desenvolvimiento de los sonidos y la escena musical de esos barrios donde dominicanos, cubanos, puertorriqueños y sus descendientes —conocidos como nuyoricans— eran los verdaderos reyes de la noche, la alegría y el movimiento. A pesar de todas sus carencias y de su propia violencia doméstica y callejera, esa comunidad no dejaba de bailar y cantarle a la vida. Y esta vida había nacido del danzón, el son cubano, el son montuno, el mambo, el bolero, la guajira, el chachachá, la guaracha, el jazz afrocubano, la rumba, el ‘boogaloo’, la pachanga y el guaguancó. Eso, aunque filmes como ‘West Side Story’ (1961) o ‘Saturday Night Fever’ (1977) nos propusieran otra visión de la comunidad latina en Estados Unidos. 

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